Fe de vida, por Pep Marín

Fe de vida

Es muy complicado resolver una prestación familiar por hijo a cargo. Por eso tardan, a veces, más de un año en comunicar si tu solicitud es favorable o no. Esto no es, como el tema de la bolsa y los parquets figurados que lo entiende todo el mundo, o los mercados de futuros cuya dinámica de funcionamiento es tan sencilla como intuir que vas a cagar duro. La prestación familiar está a la par de aspectos como la NO materia o los agujeros negros.

No nos llega el intelecto para crear la tecnología suficiente que permita rescatar de la parte estrecha del embudo a todas aquellas unidades de convivencia que esperan como polluelos con la boca abierta una “miguica” de pan. Sin embargo, muy al contrario, cuando toca pagar, cuando la administración te marca unos plazos de respuesta (plazos de respuesta a aquellos y aquellas que estamos en la cuerda floja; devotos de la armonía y paz social, escapistas de cualquier tipo de controversia legal por salud mental; y familias con las lenguas fuera, asfixiadas para pagar los primeros y que nuestro río de la vida pase ante nosotros sosegado como un buda, no vaya a ser que reabran  Alcatraz) viene el tren reglamentario y se lleva por delante hasta tus muelas del juicio, tanto que no sabes desde dónde te ha venido el hostión.

Entonces, sólo entonces, la cosa funciona con la precisión de un reloj suizo, véase, por ejemplo, la campaña de declaración de la renta. Incluso llegan cartas destinadas a personas ya fallecidas para que paguen lo que supuestamente deben, no se vayan a pensar que por estar muertas van a descansar tranquilas. El intelecto ahí si llega, la tecnología, y te va a perseguir, esté tu conciencia de espíritu donde esté, aún reencarnada en un tigre de bengala en Burkina Faso.

La cosa va más allá. La propia administración se marca unos plazos de respuesta para tu solicitud de prestación familiar. Y si no hay respuesta, se entiende desestimada. Pero aquí no pasa nada, aquí no hay sufridores, es una entelequia, es escupir al cielo, es intentar establecer diálogo con un electrón que fuma en pipa. Pasa un año y no hay respuesta. Entonces tu YO le pregunta a tu súper yo: ¿desestimada, no? Y tu súper yo te responde: vaselina, no sufras, aplícate vaselina, introdúcete tú mismo la panocha legal. Luego, haces la prueba del algodón, que consiste en volver a presentar una nueva solicitud, pensando que la anterior, pasado ya más de un año, ha sido desestimada. Se complica aún más la historia. Inicias nuevamente el proceso de solicitud y la pantalla te devuelve un mensaje que reza: ya hay una solicitud en curso.

No puedes seguir.

Suena Massiel de fondo.

Te haces sangre en la barbilla para pedir cita en la Seguridad Social vía sede electrónica. Lo único bueno es que tu hija de diez años está más puesta que tú en estas lides tecnológicas y estás orgulloso de ello. El ello, por otro lado, se ha cagado en los muertos de la administración 800.000 veces para que cojas brío y una granada de mano. Algo le da un guantazo a tu parte reptiliana. Se te agarran los nervios en el estómago, repasas los libros que tienes en la estantería, todo te lleva a la NO acción, a la sopa de sobre, al trankimazin, a centrarte en tu respiración, ver mucho porno y olvidarte de penas.  Una oveja, dos ovejas, tres ovejas…

El día de la cita en la Seguridad Social ocurre otro hecho de cine. El sistema le dice al funcionario que estás muerto. Y el funcionario te dice: aquí sale que usted está muerto. Tú no te das por aludido. Preguntas: ¿Quién se ha muerto, alguien del pueblo? El funcionario te mira a los ojos, te dice: Concéntrese. No puedo hacer nada. Es usted el muerto. Ha de traernos una fe de vida.

Rosa tiene los nervios a flor de piel desde que se encontró cara a cara con una pequeña culebra en el cuarto de baño de su casa de campo. El serpenteante baile a ras de suelo del encabronado usuario solicitante de prestación familiar, muerto para el sistema, activó de forma muy potente su sistema simpático. El usuario quería demostrar y tener testigos presenciales de que estaba vivo. Y para el guardia de seguridad y la policía lo estaba. Dos semanas más tarde entregaría su fe de vida, pues no hubo ni fondo ni forma.

Rosa seguía de baja.